Ben Stiller estrenó hace ya quince años una delirante película con el tema de la moda como telón de fondo. Su título Zoolander: Un descerebrado de moda (2001). Derek Zoolander se creía un modelo masculino que lo tenía todo, pero que de repente le aparece un competidor, un tal Hansel (Owen Wilson). El caso es que, al principio se llevan a matar, pero los dos tendrán que enfrentarse al malvado Mugatu (interpretado magistralmente por Will Ferrell) e impedir que mate a un alto cargo político. Las cosas no podrían haber ido mejor. Y bueno, el tiempo nos cambia a todos, por desgracia. Incluso a los modelos como Derek y Hansel, que, tras unos problemillas personales, desaparecieron del mapa.
En esta segunda entrega nos reencontramos con estos personajes, desaparecen otros y en su lugar se incorporan caras como las de Penélope Cruz (la chica no está nada mal y se defiende muy bien con el personaje que le han dado) o la irreconocible, porque sale en los créditos, sino no hubiera adivinado que fuera ella, Kristen Wiig. Además, podemos ver al hijo de Derek que se ha hecho mayor y es más listo que su padre, lo cual no es nada difícil. Stiller regresa detrás de la cámara y vuelve a dar en la diana. Zoolander no es que sea una obra maestra, pero en mi opinión, te hace pasar un muy buen rato, una hora y media de lo más entretenida. Diversión a cascoporro. Pues, lo mismo se podría decir de esta Zoolander 2. Situando la acción en Roma.
Zoolander es una carta de amor a sus personajes. Necesitas haber visto la primera parte para poder entender la segunda, así que si te quieres lanzar a verla sin saber su pasado, créeme, saldrás insatisfecho. Esta segunda entrega definitivamente no se compara a la primera pero si te hará reír muchas veces, si te gusto la primera, la segunda de igual manera.
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